Lo que puedo hacer por mi Vida

Aprender a hacerse preguntas y tomar decisiones.

Como reza un dicho: El viento nunca es favorable para el marino que no sabe en qué puerto echar el ancla.

Estando dentro de la ratonera, esposado a mis concepciones del mundo y a las experiencias que estoy obligado a sobrevivir… No sería para nada raro que me pregunte qué es lo que puedo hacer yo mismo por mi vida. Y así lo hice, con curiosos resultados.

Uno de ellos, estar escribiendo esto ahora mismo…

Fruto de una decisión: compartir mis experiencias esperando que inspiren o sirvan de algo al resto.

De hecho, juraría que es algo que todos nos preguntamos en cierto momento cuando tomamos conciencia del movimiento constante al que estamos sometidos (pues, como reza el nombre de mi blog personal, la Vida es Fluir) y no vemos un rumbo claro.

No sé hasta qué punto puede ser bueno el consejo que muchos dan de hacer que las cosas sucedan en vez de hacerse a la idea de que algunas cosas pasan sin necesidad de que ejerzas ningún influjo para ello. Los ingleses son más ilustrativos para esto cuando dicen don’t let things happen, make things happen.

Quien quiera que te diga esto, aproximadamente viene a decir que no dejes que las cosas sucedan sin más, sino que las hagas suceder.

Si tenemos verdaderas ganas de hacer algo con nuestras vidas y no son las típicas quejas proferidas en voz alta pero sin intención de hacer nada; rompemos a pensar… Y aquí es donde entramos a las problemáticas preguntas que generan más disgustos que otra cosa.

  • ¿Qué debo hacer?
  • ¿Por qué motivo/s?
  • ¿Cómo se hace eso?
  • ¿Quién puede ayudarme o hacerlo por mí?
  • ¿Por qué eso y no otra cosa?
  • ¿Qué gano y qué pierdo haciendo eso?

O tal vez no. Tal vez las preguntas que te vengan a la mente sean menos problemáticas y más reveladoras.

Todas las listadas anteriormente, al menos a mí me dejan el sabor del utilitarismo en la boca. De un pensamiento orientado al resultado, a obtener beneficios, y a la intención de recibir instrucciones precisas y repetir procesos que en teoría (siempre en teoría, por supuesto) aseguren un éxito porque ya han funcionado antes. Suenan a una persona que quiere ahorrarse las «penurias» de vivir para ver.

Es comprensible que algunas cosas en la vida no podamos aprenderlas sin instrucciones, o sin imitación y repetición.

Pero incluso dentro de eso, siempre estamos haciendo algo parecido y esperando que el resultado sea el prometido por el sistema. Otra de las ideas que nos esposa y nos encierra en una ratonera, por muy tigres o gatos que seamos… Y para sorpresa de muchos, por muy fiera que sea la bestia, una vez acepta entrar en la jaula se convierte en una mascota.

No hace mucho me encontraba aconsejando a una persona, y para mi propia sorpresa le hablé de abrir las puertas de su interior a los demás… Añadiendo que fuese él mismo quien saliera a recibirlos, e invitarlos a entrar. Nada de esperar a la gente encerrado dentro de sí mismo, concediendo audiencias desde el interior de su palacio eternamente inacabado (que es como a uno de mis maestros le gusta llamar al proyecto vital de cada persona, y a quien desde aquí me gustaría hacer un guiño por todo lo que aporta).

Para rematar la sorpresa, él no me preguntó nada como lo anterior.

Me preguntó si en verdad era tan duro como parecía el abrirse a los demás y expresar tu verdadero ser, tu verdadero sentir… Y recibir un rechazo hacia esto que expresas, que no dejas de ser tú mismo en términos de lo que llevas dentro. Si duele tanto como parece el hecho de que te rechacen de esa manera, por tu propia esencia. Y si a pesar de ese dolor, que no deja de ser una probabilidad, merece la pena abrirse incluso a esa opción.

¿De verdad el dolor me puede enseñar a vivir, y debo abrazarlo en vez de apartarme?

Muchos estaríamos de acuerdo en que es el dolor y el sufrimiento el que con sus asperezas lima las facetas de la gema en la que nos convertimos a lo largo de nuestras vidas. El que nos permite aprender, y pulirnos. Perfeccionarnos. Saber cuándo las cosas van mal, y a qué tenemos que prestarle atención para que vayan de otra manera…

Con lo cual, mi respuesta fue clara: es el camino más largo, y tal vez el más duro; pero merece la pena absolutamente. Muchas personas no van a conectar o a sentirse atraídas por nuestra esencia. No les agradará, o chocará con las suyas. Pero si hablamos de probabilidades… Tienes un 100% de posibilidad de que tu esencia guste, y otro 100% de que no guste. Va a ser así, siempre vas a gustarle a otras personas, y siempre vas a no gustarle a otras personas.

Lo único que te compete es rodearte de aquellos a quienes verdaderamente aprecies (en palabras de mi blog, rodearte de las personas adecuadas) y por quien seas verdaderamente apreciado… Y tolerar, o más bien respetar, al resto. Un dicho que ví una vez rezaba que solamente toleramos lo que nos asquea o nos hace daño. Si lo damos por cierto, tenemos pocas cosas que tolerar.

¿Qué es lo que pretendo que hagas al decirte esto? Nada.

Me gustaría comentarte sin embargo, que lo que yo mismo hice… Fue dejar los manuales y los sistemas para las tareas más técnicas y artísticas, mientras que la vida la vivo improvisando. Montones de personas se llevan montones de chascos por hacer cosas que les han prometido que tendrán un resultado concreto en busca de ese resultado y con motivaciones inadecuadas…

Así que lo que yo hice fue evitar eso, directamente. Y es lo que te aconsejaría, pero en última instancia, tú decides. La forma en la que decides es bastante redundante en ello, y también habla de la clase de mentalidad que portas; de las cuáles la que te conviene para esto es la mentalidad proactiva.

Por mentalidad proactiva se entiende aquella que inicia acciones. Que crea una corriente, en vez de limitarse a seguir las que ya haya creadas. A veces conviene más que sumarse a la corriente y aprender a dejarse llevar por ella hasta donde quieres estar. Y realmente es igual de complejo.

Traducir la mentalidad proactiva a preguntas que sería interesante hacerse, es un bonito proceder, así pues…

Aquí van algunas, que espero que te sirvan mejor que las que hemos planteado antes.

  • ¿Qué me gustaría hacer de mi vida o con mi vida?
  • ¿Cómo o de qué manera/s puedo y quiero hacerlo?
  • ¿Qué estoy obligado a hacer o impedido de hacer?
  • ¿Cómo voy a aprovechar mis obligaciones e impedimentos en mi favor?
  • ¿En cuánto tiempo quiero completarlo?
  • ¿De qué inspiraciones me puedo nutrir para mi propósito?
  • ¿De qué compañías me puedo rodear para apoyar el proceso?
  • ¿Qué es para mí la felicidad y cómo puedo procurármela?

Así, con esta clase de preguntas, conseguiremos un flujo de pregunta-respuesta-nueva pregunta-nueva respuesta que se repetirá tanto como queramos seguir interrogándonos… O hasta que tengamos suficiente, cosa que me hace pensar en dar un aviso: si tienes tendencia al disco rayado mental, mejor ten cuidado haciendo esto.

Según ciertos estudios (fuente 1 | fuente 2) parece ser que demasiado divagar es muestra de infelicidad o la llega a provocar. Aunque para mi gusto, soy de la postura de que divagar es fuente de placer en bastantes ocasiones, si no todas… Siempre que nuestras divagaciones sigan ciertos cauces.

Para cada uno los suyos, diría… No a todos nos hacen felices las mismas cosas.

Entonces, ¿debo abrazar el dolor y buscar la felicidad al mismo tiempo?

Hasta en aquello que es malo puedes encontrar algo bueno o algo que te haga feliz… Y eso lo saben los taoístas, para quienes es llamado el tesoro oculto. Es interesante acercarse a ese concepto de la mano de Hua-Ching Ni, aparece en su obra El Tao de la Vida Cotidiana… Junto a otras inspiraciones de gran calidad para alcanzar la felicidad a través del equilibrio y la fluidez.

Los estudios sobre la felicidad también existen. Uno de mis favoritos es el que realizó un hombre de apellido impronunciable, el señor Mihály Csíkszentmihályi, quien además de estudiar sobre la felicidad se ha dedicado a hablar de la diversión, la inmersión en las actividades, el bienestar subjetivo, la creatividad… Y ha sido el creador del concepto de flujo dentro de la psicología (al que dedica una extensa obra), por lo cual le consideran el más importante autor dentro del campo de la psicología positiva.

Por mis inclinaciones y experiencias personales, mi búsqueda de la felicidad y mi obtención de la misma es en base a esa idea de fluir. El señor mencionado arriba cuenta que no descubrió ni creó el concepto, sino que puso en común a través de estudio y reflexión todas aquellas ideas y tradiciones que lo portaban y lo sintetizó a través de las mismas; al darse cuenta de que todas ellas lo producían en los devotos y practicantes. Yo llegué al concepto por la filosofía oriental y la práctica de artes marciales, actividades señaladas entre otras por Csíkszentmihályi como las que mejoran la capacidad de una persona para fluir, además de la capacidad de atención y el enfoque de la energía mental (figuración representativa de la conciencia, que es fruto de la atención enfocada en algo).

De otra parte, también he escuchado sobre acciones e intenciones autotélicas; es decir, aquellas en las que el sentido y el placer de llevar algo a cabo se encuentra en la propia acción en sí misma. En este caso, si trasladamos eso a las personas, la personalidad autotélica -que también es mencionada en alguna parte, creo recordar- es aquella cuyo sentido y felicidad se hallan dentro de la propia persona. Curiosamente, creo recordar que esto lo leí en un libro escrito por un párroco.

Por ello, me ocurren situaciones como la siguiente: una cierta persona me dijo que en una cierta publicación se preguntaban «cómo haces para ser feliz», y me extendió esa misma pregunta. Y para mí, la respuesta es sencilla.

La felicidad no se hace ni se tiene. Se vive.

Así es como lo entiendo yo, y como mis experiencias me han demostrado que es. Tal vez a otra persona sus experiencias le hayan demostrado que si no hace algo concreto no puede ser feliz… Pero para mi gusto, esa persona y yo tenemos el mismo enfoque, solo que al revés. Yo hago las cosas que sé que me hacen feliz. Esa otra persona, puede que haga cosas en busca de ser feliz haciéndolas… O puede que esté buscando saber qué cosas le hacen feliz.

Uno nunca sabe cuándo es un ejercicio de autodescubrimiento o una masturbación mental.

No por nada uno de los consejos y directrices más otorgados es el de rescatar todas aquellas actividades que nos producen plenitud y alegría pero por cualquiera que sea el motivo tenemos abandonadas. Y aunque eso seguramente supone sacar tiempo de donde tal vez no lo haya, la recompensa es clara: inviertes en tu salud emocional. Con lo cual, tu felicidad aumenta (y a veces también tus gastos). Pero bueno; ya sabemos como está la vida hoy en día, y a pesar de eso se puede ser feliz… Yo sé de algunos que son felices promoviendo cambios en la sociedad, en la cultura y en el estilo de vida.

Favoreciendo el intercambio y el apoyo constructivo. Iniciando causas de índole social y humanitaria.

Otros van más hacia el individuo que hacia el colectivo… Y prefieren que uno cambie su desasosiego por felicidad. O que pueda mejorar su vida en el sentido que uno lo desee y necesite -que pueda realizarse personal y profesionalmente-.

Formas de encontrar la felicidad hay tantas como personas en el mundo…

Y afortunadamente podemos compartirlas con los demás y lograr que se beneficien de ello.

Lo cual, por cierto y para ir despidiendo este primer capítulo; es otra forma de beneficio y de felicidad: el altruísmo. El beneficio y la felicidad que puedes compartir con otros, hace más por ti que el que se considera egoísta… Que es el que solamente te sirve a ti.

Tal vez un adecuado equilibrio entre egoísmo y altruísmo sea una de las claves para ser feliz en el mundo de hoy.

¿Nos paramos a descubrirlo?

Sergio

Esto que acabas de leer es el capítulo 1 de un libro online compuesto a base de artículos, que irá creciendo a medida de nuestra interacción y los intereses comunes que guardemos. Su nombre es «El tigre, las esposas y la salida de la ratonera». Me encantaría conocer tu opinión y saber hasta qué punto te ha servido este texto.

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