Desnudando a Miss Perfecta

Hoy me complace anunciar el estreno de una serie de artículos bastante particular. Estos que van a ir apareciendo son los escritos correspondientes al libro «Ahora no, cariño, me duele la cabeza…» de Ediciones DeBolsillo. Sin autoría reconocida y sin prohibiciones sobre su reproducción ni de ningún tipo salvo la que lo tipifica como edición no venal y prohibe su venta.

Al no tener ni la más remota idea de cómo lo conseguí y no poder aconsejar a otras personas cómo hacerlo… Trasladaré en artículos los escritos correspondientes. Probablemente haga lo mismo con «Sí cariño, ahora voy…», la versión sobre los hombres.

Si quitas todo lo que sobra, lo que queda es ella.

Las mujeres de hoy en día no son nada, no abultan nada y son casi como palos de escoba con sombrajo. Las miras y casi se transparentan aunque por obra y gracia de la cirugía tienen volúmenes hiperdesarrollados en lugares estratégicos. Es incomprensible que se maten a dietas draconianas para quedarse como espárragos y luego se operen para hincharse pechos, labios, culos, pómulos, mentón…

Tras cada nueva operación, tocan las preguntas de rigor sobre si están más guapas o menos o un poco más guapas o mucho más guapas y si no las preferías antes.

Por lo menos las que se operan no engañan. Lo que se ve es lo que hay, aunque sea de metacrilato, pero verdadero. Son peores las que les da por emperifollarse de forma que cuando empiezas a quitar ropa y adornos te quedas entre los brazos con una muñeca repollo pero calva.

¿Qué pasa, qué se piensan, que no se va a notar? ¿Qué se puede hacer en estos casos, realizar juegos malabares con el relleno del sujetador? ¿Hacer ver que no pasa nada y rezar para que quede algo de carne pegado a la chica? Es que entre los panties push-up (estos que suben los cachetes del culo), los panties vientre plano, reducecaderas, sujetadores con relleno, o directamente con postizos de silicona, nada es lo que parece. A veces dan más ganas de acariciar los rellenos de silicona que lo que queda en las chicas. Eso es engañar. Y son capaces de tomárselo a mal si te encandilas con sus rellenos… Pues si no forman parte de ellas hasta el final, que no se los pongan al principio para confundirte.

Da miedo: si te quedas con uno de sus brazos en la mano, ¿qué haces? ¿Sonreir y decir «cariño, esto es tuyo» como aquel que pide la mantequilla en la cena? Es que a lo mejor no es suyo y hay que guardarlo debajo de la cama. Seguro que hay muchos que piensan que entre tanto postizo y con tanta tecnología podrían ponerse brazos biónicos, lenguas biónicas y… Bueno, pasemos a otra cosa.

Si hasta puede ser peligroso. ¿Qué sucede si quitas una prenda y la chica te estalla en la cara porque se desparraman todas sus carnes? Es mejor ver lo que hay desde un primer momento para evitar traumas. Por no hablar del maquillaje. Tienen verdadero empeño en pintarse los labios antes de un beso y luego, después de un generoso intercambio salivar, aparecen los dos participantes como si hubieran pasado una noche loca con el carnicero de Milwaukee.

Lo siguiente son las lentillas, ya no es fiable ni siquera el color de los ojos. Aunque, claro, es raro que alguien tenga los ojos de color verde fosforito o azul prístino mar intenso y eso ya podría inducir a sospecha. Hay muchas más trampas: las pestañas postizas que se pegan a la cara y cambian de dueño cuando besas, el rimel que se corre a la más mínima y el maquillaje pringoso, que pasas un dedo y te quedas con media cara en él. Las mujeres son de mírame y no me toques, bajo riesgo de que queden como un cuadro de Kandinsky.

Total, que uno puede acostarse con una muñeca de veinticinco años y despertar con La Momia versión extraantigua. No, es mejor que se vea lo que hay a que se descubra poco a poco a medida que las trampas van cayendo o, peor aún, de golpe cuando uno se da cuenta de que tres cuartas partes de la chica están guardadas en el cajón o en el armario.

¿Y esas que van perdiendo pelo como si acabaran de llegar de Chernóbil? O es postizo o está pasando algo grave, lo que parece poco probable con la cara de buena salud que muestran al mundo. Podrían advertir, para que no empezáramos a preocuparnos.  ¿Cómo se diría eso? «Perdona cariño, pero tienes que saber que como ya hace un mes que me puse los pelos postizos los voy perdiendo por ahí como lo haría un pastor alemán en época de muda«.

Vale que los hombres no se enteran de si van teñidas o no, y que su ojo clínico admite como naturales una gama de colores que va del rubio claro al rojo clamoroso, pero lo de las extensiones es diferente: que si viene una con el pelo corto y al día siguiente lo tiene a media espalda se nota que es postizo. Hasta un mendrugo lo notaría.

En teoría lo hacen por gustar a los hombres, pero no sé de dónde se han sacado que a los hombres les gustan las mujeres perfectas o las mujeres tísicas a las que han picado varias abejas o una manada de medusas en sitios estratégicos.

—-

Curioso artículo, la verdad… Pues el resto que están por venir, tampoco dejan impasible a nadie. Todos llevan el mismo tono de humor mordaz y sin duda, merecen la pena.

Esto ha sido todo por hoy, no os quejaréis… Dos artículos en un solo día.

Kheldar

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6 comentarios

  1. Pequeño detalle para los hombres de olfato delicado, algunos perfumes que más que perfumar, atrofian el sistema nervioso y otros maquillajes de aroma penetrante que te asfixian. (ambas son experiencias personales)

  2. No es más que una moda, pero peligrosísima.
    Estadísticamente, se realizan en España más mamoplastias que empastes dentales. Y si supiéramos la media de edad de las pacientes nos asustaríamos más aún.
    Pero es lo que la sociedad, en general, demanda. Tan solo hay que dedicar cinco minutos al día para observar atentamente la excelente publicidad que tenemos:
    . Esmalte de uñas, con su lema: «efecto postizas»
    . Brillo de labios: «aumentan hasta el 80%»
    . Sujetadores: «hasta dos tallas más»

    … y a todo esto le añaden una espléndida coletilla tipo: «serás el centro de atención de todas las miradas…»
    Es la era de los excesos, la era del plástico fino: la era de la gilipollez supina.

    Y así nos encontramos, con un amplio catálogo de Barbies, pero clonadas.
    Es escalofriante.

    Menos mal que aún quedan humanos que valoran otras cosas.

    1. Nos lo meten en vena, por los ojos, nos ahogan con ello, nos obligan a respirarlo…
      Y todavía habrá quien se rebele contra ello y se defina antisistema, pero será seguramente una víctima más.

      Me gusta bastante esta nueva foto con la que acompañas tu perfil, Abril.

  3. jajaj muy bueno! me he partido de la risa apenas he empezado a leerlo,esperaré los siguientes para seguirme riendo me recuerda el humor de Maitena
    Es que las mujeres tenemos mucho truco!

  4. Vivimos en un mundo en el que los artificios son parte de nuestra vida. Nos arreglamos, nos maquillamos, depilamos y peinamos para tener un aspecto determinado, una imagen concreta que habrá de servirnos a nosotras/os mismas/os, y que, a veces, tiene la función de agradar a otros (una lencería provocativa, por ejemplo, aunque también puede llevarse por placer propio).
    En esta sociedad nuestra existen los artificios «normales», los que están comúnmente aceptados, esos que todo el mundo puede permitirse e incluso son deseables. Y, si no, a ver si se atreve alguna chica a irse a la playa sin depilarse las piernas… ja.
    Luego están los que son medianamente aceptados, como tintarse el cabello, pintarse las uñas, o usar lentillas de colores; y, a continuación, otros que tienen mala fama: utilizar rellenos, alzas, y cirugía estética.
    Yo no soy fan de los retoques extremos, nunca he pasado por cirugías, ni me caracterizo por utilizar rellenos, incluso soy de las que salen a la calle con cero maquillaje (no siempre), pero comprendo que detrás de una crítica a otros recursos estéticos hay cierta envidia femenina, cierta competitividad: se es mejor, si la belleza es natural, o si determinada cuestión de la belleza de alguien goza de una genética bondadosa. Dando la vuelta: esa será una chica cañón, pero hace trampas… (un poco de envidia si habrá detrás de ese comentario ¿no?) Es hipócrita maquillarse, y criticar a alguien porque se ponga lentillas de color. En ambos casos se peca igual, pero el segundo pecado no pude permitírselo todo el mundo. Es para pensarlo. Es hipócrita ponerse un sujetador con relleno y criticar a Pamela Anderson.
    Si viviésemos en el Amazonas tendríamos otra serie de artificios estéticos deseables, conviviendo con los criticables. Es la lucha de siempre. Y los cánones serían diferentes, según los usos y costumbres o las modas. Según la posibilidad de acceso a estos artificios que tenga cada cual, por supuesto. Los artificios caros son siempre los más criticados…
    No pretendo hacer una apología al artificio, sino quebrar una caña para recalcar que lo importante no es en sí lo que una persona parezca exteriormente, sino lo que tiene dentro. Así que, a mi me da igual si el chico que me gusta se ha puesto tabletas de chocolate en los abdominales a base de silicona, o se las ha currado en un gimnasio, a mi lo que me importa es que esa persona tenga algo dentro que no sea artificial, ni prefabricado.
    Hay que amar a la gente de verdad, no a la gente de «plástico fino».

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