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La fortuna de tener un plazo de gracia

Todo comenzó con mi ascenso reciente a las filas de los Amorati, una agrupación de personas dedicadas al más noble arte: amar y celebrar la vida, la belleza y todo aquello que representan ambas (lo cual consideran unificado en la interacción entre hombres y mujeres, y en concreto, en la acción de la mujer sobre el mundo).

Hasta aquí...
(Photo credit: Roberto Carlos Pecino)

Quien me conoce desde hace tiempo sabe que ha sido el hecho de que yo conociera y me dedicase a este arte por mi cuenta el que guió mis pasos hacia esta hermandad, y no al revés… Todo ello facilitado por un amigo a quien tengo mucho que agradecerle.

En el círculo Amorati comparto reflexiones y conversaciones con personas auténticamente apasionadas y sensacionales… Y uno de ellos trajo a colación la siguiente situación:

Estaba en una cita con una preciosa mujer, que me miró y me dijo «¿Sabías que a una mujer le toma dos meses enamorarse de un hombre?». A lo que yo respondí «¿De veras?», y ella replicó «¡Claro! Búscalo en Google». Pensándolo, parece que cuadra con mis experiencias…

Pero el pensamiento que llenaba mi mente era «Qué afortunadas son las mujeres por tener dos meses para considerarlo, en tanto que yo escojo enamorarme de ella en el mismo instante que la veo…»

En el mismo momento en que fui consciente de las palabras de esta persona, no pude ni quise evitar iniciar una pesquisa en mis recuerdos y experiencias… Y me sorprendí gratamente al encontrar que a mí también me ocurre.

Somos de países y culturas diferentes, y sin embargo, este mismo hecho es común. A pesar de residir en lugares muy apartados, y de tratar probablemente con personas que guardarán poco o ningún parecido… O tal vez todo lo contrario.

La naturaleza de mi mente ya la conocéis… Es fluir y darle vueltas a las cosas hasta cuando ya no tiene sentido hacerlo más. Y por eso, continué considerando esta cuestión, y encontrando conexiones de lo más diversas con muchos aspectos cotidianos.

Tener un plazo de gracia salva vidas

Solamente por el hecho de poder tomar una decisión u otra en función de las circunstancias, el contar con ese pequeño respiro me parece crucial.

Puede suponer la diferencia entre una carrera exitosa y un fracaso (irremediable o no). Al mismo tiempo puede suponer la diferencia entre un acierto y un error (irreparable o no). Y del mismo modo también implica la diferencia entre la felicidad y la desazón.

Si nos fijamos, es muy común ver los plazos de gracia en todo lo que nos rodea: por ejemplo, para meditar lo suficiente una decisión importante (como escoger tus estudios, aceptar o no un puesto de trabajo, entrar bajo la protección de distintos derechos y garantías; entre otros tantos supuestos). También para iniciar, continuar y terminar nuestras relaciones con otros… E incluso con uno mismo.

aluminium jalouzie
(Photo credit: Gerard Stolk (vers Noël))

Ya hemos tratado la vertiente de las relaciones con anterioridad, con lo que no me apetece pasear por esa senda de nuevo y correré la persiana… Pero podemos tratarla en los comentarios, si os place.

Sí que me apetece descolgarme hasta el tema personal, hasta el uno mismo, por la sencilla razón de que pocas veces aprendemos a concedernos esos plazos.

Es normal, dado que muchas veces las circunstancias exigen respuestas y adaptaciones rápidas por nuestra parte. Aprendemos a reaccionar con prontitud y con mayor o menor grado de correspondencia y acierto… A costa de perder algo importante.

La importancia de saber desacelerar y pausar

Para mi delicia, siempre he tenido claro que hay que tomar decisiones con conocimiento de causa. Las personas de mi entorno cercano saben que me tomó un total de siete años decidir mi trayectoria estudiantil (seis de autoeducación y autodescubrimiento, y uno para ubicar mis deseos y afinidades respecto del sistema).

Saben que tras pensar y decidirme, opté por pasar un montón de tiempo desescolarizado. Saben que no terminé la ESO hasta el 8 de junio de 2011 y que entonces aprobé en una sola mañana lo que no había querido hacer en seis años. Saben que incluso eso estuve a punto de no hacerlo, ya que al considerarlo me pareció estúpido… Y sin embargo recapacité y me dí cuenta (no sin ayuda, por cierto) de que era un medio para un fin.

Saben que tras eso he pasado por el bachillerato con más gloria que pena, sin importarme demasiado ni desvelarme apenas por algo que no fueran las matemáticas o la economía… Hecho que ha provocado que mi madre me recrimine porque cree que pienso que no necesito esforzarme, a pesar de que ella no comprenda mi modo de obrar.

Un modo que, con la costumbre, no necesita de un machaqueo insistente durante meses para llenar mi cabeza hasta el momento en que pueda vomitarlo y olvidarlo.

Donde otros se rayan la cabeza con las lecciones, yo me las tomo como pasatiempos. Les dedico un plazo de tiempo, y las aparto en un plazo prudencial para dejar que penetren. Me aseguro de comprender lo que intento aprender en ese instante, y de poder establecer nexos con lo que ya conozco. De poder encajarlo dentro de una historia.

Así fue como llegué a la selectividad y me presenté a ella sin haber estudiado, sacando una media nada desdeñable de 7,49 sobre 10 (que con las ponderaciones llegaba al 9,98 sobre 14). Y hasta ese momento -puede que nunca antes, aunque no estoy seguro- no se me ocurrió considerar otras opciones, aparte de la que parecía evidente para todo el mundo (yo mismo inclusive)… Al parecer, el señorito iba de cabeza a cursar la carrera de psicología, pero quiso la casualidad que no.

Como las notas se compensan entre sí, el resultado general y el hecho de no querer presentarme a un examen de una asignatura que no había cursado (o al de una que podía hacerme fracasar la selectividad) me dejaron a dos centésimas para el acceso.

Jacintos de agua y otras plantas se han hecho ...
(Photo credit: Wikipedia)

De modo que hice algo que más tarde reconocería, cuando gracias a Jim accedí al curso de Ars Amorata como el «ritual Amorati«: pausar y trazar el rumbo. Me tomé mi tiempo para reflexionar y preguntarme qué quería que fuese mi vida… Y me vino a la mente que no me molestaría aprender a aprender, y enseñar a enseñar. Teniendo dos pedagogos en la familia, acabé por decidir serlo yo mismo.

Y ahí estoy… Por haber decidido vivir fluyendo

Promovido a las filas de los Amorati y dirigiendo la rama de TSL Spain. Continuando con este proyecto y participando en los de gente con la que conecto de una manera profunda y auténtica… Y además, experimentando la satisfacción de haber entrado por decisión propia en la universidad; no por la corriente de las circunstancias, ni porque sea lo que procede, ni porque me lo vayan a exigir en mi futuro profesional.

Todo por haber escogido actuar combinando el rumbo y la incertidumbre.

Es la misma razón que me ha llevado a no apresurarme para terminar el próximo libro, aunque ya tenga unas 290 páginas escritas para el mismo. Probablemente le añada cosas y cambie bastantes otras antes de que vea la luz…

Y eso por no hablar del aporte especial que recibirá, de manos de un amigo que sabe la importancia de ser auténtico y de liberarse de esos tabúes, clichés y trabas que nos imponen (y de los que nosotros abrazamos).

Es la misma razón que me hizo considerar seriamente la petición de traducir lo que ya he producido al idioma inglés, y plantearme encontrar un servicio profesional de edición y traducción para asegurarme de que el trabajo final será igual de bueno que el original.

Y sin duda, es la misma razón por la que aquí se van a notar muchos cambios.

Es evidente que Alquimia Interior cumple su función transformadora: donde antes era yo mismo y los parroquianos aportando su opinión, ahora también tenemos colaboraciones activas de personas que han compartido esta experiencia y aportan su equipaje a la misma. Me ha abierto muchísimo más a la colaboración con personas y proyectos afines, aparte del mero intercambio de enlaces o recomendar sus obras y actividades… Y de hecho, participaré en distintas iniciativas de maneras muy diversas.

Pero no quiero estropearos la sorpresa…

Todos Santos
(Photo credit: Luis E. Argote B.)

Así que voy a cerrar este escrito agradeciendo la gran cantidad de comentarios y visitas que he recibido a lo largo de 2013… Así como los más de 800 seguidores nuevos que han llegado a la página de Facebook y los más de 500 que me habéis agregado allí por vuestro interés en este proyecto, en mis pensamientos y mi filosofía de vida.

Tantas cosas que se han logrado por pura interacción y por un servicio real… Siempre sin valerme de ningún medio de marketing (lo que me enorgullece bastante, porque implica que el aumento se debe a la calidad del contenido y de las personas que lo generan).

Una mención especial para los grandes amigos y las oportunidades de lujo.

Una mención especial para las relaciones que me han marcado en este año.

Y una mención especial para el Sergio que fui al iniciar el año y el que soy al terminarlo.

Con todo mi amor, humildad y respeto;

¡Gracias por mantener vivo este sueño!

Nos vemos a lo largo de 2014. 😉


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Muchísimas gracias por tu atención, compañía y colaboración.

Un abrazo, y vuelve cuando quieras.

Kheldar

 

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