La paradoja del paradigma relacional
Para este día traigo una reflexión sobre nuestro paradigma relacional que origina de una sugerencia del compañero Sergio Handal. Todo comienza con el susodicho preguntándome qué podría yo escribir sobre las relaciones; a lo cual mi respuesta fue, literalmente, la que sigue.
Prefiero que cada cual saque sus propias conclusiones sobre las relaciones. No hay dos iguales, aunque siempre entran en boga ciertos aspectos comunes. Tanto que hasta permiten crear clichés.
Tienen cosas buenas, como la motivación, el apoyo y el crecimiento; y malas, claro está, como el intento de cambiar a la otra persona, el chantaje emocional y las pataletas por cualquier causa…
Siempre es el mismo asunto con distintas expresiones, y abundantes grados de complejidad. Caprichos y necesidades mediante nace la variedad relacional de hoy.
Pero, ¿cuál es la paradoja del paradigma relacional?
Que te puedes encontrar literalmente de todo… Y que todo eso que te encuentres puede no tener sentido ni validez mañana, a pesar de que lo tenga todavía hoy.
Por eso hace mucho que no predico axiomas, y simplemente comparto mi visión actual.
Esta visión tan peculiar del paradigma relacional es una expresión habitual de nuestros días, en la época de la sociedad fluida. , aunque para muchas personas es tan habitual que ha pasado a ser obvio y normal.
Por lo que diría, personalmente, que por evidente nos hace pasar por engaño. Y por eso desconocemos nuestras opciones en su mayoría, excepto la que más nos guste a cada cual.
¿Qué opciones tenemos si nos reducimos a lo más elemental?
Las opciones más habituales para establecer relaciones distintas a las familiares son las siguientes:
- De compañerismo, ya sea laboral o de estudio/práctica de alguna/s materia/s;
- De amistad, que cuentan con distintos grados de profundidad e intimidad;
- Y sentimentales, que vienen también en distintos empaques; desde la sencilla pasión carnal y el morbo, hasta el enamoramiento profundo.
Entre estas variedades, las relaciones más cercanas pueden ser -y a menudo son- fruto de buenas experiencias compartidas, de sensaciones de bienestar mutuo y el deseo de continuar viéndose.
Hasta ahí no digo nada del otro jueves, claro que no.
Pero entra en cierto momento el afán de llevar las riendas, y tratamos de controlar lo que sólo se puede guiar…
Y ahí es cuando todo se tuerce y se puede ir a la mierda.
Una relación no deja de ser una expresión más de una suerte de «contrato» entre las partes. Libremente adquirido y asumido.
Estos contratos se concretan además en distintas expresiones relativas a las personas que integran la relación:
- Las preferencias y atributos personales, de donde surgirán parejas monógamas o no monógamas, abiertas o cerradas al intercambio y la exploración, de dos o de más, etc.;
- Las orientaciones sexuales, por lo que terminan catalogadas como homo, hetero, o bisexuales, y puede alcanzar nuevos grados de complejidad y diversidad si se tienen en cuenta las distintas expresiones de género;
- El aporte real que puede hacer esa persona a tu vida. Aporte que puede verse desvirtuado por la forma en la que irrumpe en tu vida y se comporta dentro de la misma.
Sin tener esto claro, no podemos pedirle ni darle claridad a nadie.
Ahora bien, más allá de las formas que adquiere el compromiso, tenemos otro factor relevante.
Hay una base necesaria en las relaciones, y es la entrega recíproca. Mutualidad en el aspecto de lo que ambos comparten; o bien, dicho de otro modo, una cierta igualdad y equilibrio entre las partes.
En términos más llanos: que se note implicación, compromiso y entrega con objeto de que esa relación prospere.
Por eso nos sorprendemos a menudo diciendo y escuchando que una relación se rompió porque sus miembros no estaban en la misma página, o porque no se habían sabido compenetrar.
También hay quien dice -y en ocasiones es bastante cierto- que hay momentos en que una de las dos partes tira más que la otra de la relación que mantienen. Pero ahora vamos a hablar de la destrucción y la salvación, para ver qué tal lo estamos haciendo y qué tan cerca estamos del abismo o del cielo.
Hablemos de cosas que joden las relaciones
Para mí hay montones de cosas que pueden joder las relaciones, y montones de cosas que las favorecen.
Por supuesto, y haciendo honor al título de esta sección, voy a empezar por lo calamitoso. Así, podría listar…
Los agobios que te privan de cualquier asomo de bienestar emocional y tranquilidad
Entre ellos, podemos contar los siguientes:
- Chantajes en diversos grados, aunque los más habituales son emocionales y financieros.
- Celos -justificados o no-, por disfrutar de la atención ajena y prodigar a los demás la tuya.
- Interrogatorios interminables por cualquier cosa que hagas o digas y se salga del esquema perfecto de la otra persona.
- Broncas a raíz de cualquier cosa que hagas y digas tú, o bien hagan y digan contigo o relativo a ti…
La costumbre de victimizar y estropear el buen clima de la relación con broncas periódicas
Hay personas acostumbradas a obtener ventajas, beneficios y simpatías a base de victimizarse. ¡Y no soy solamente yo quien lo pienso!
Cada vez más formadores, coaches y profesionales del desarrollo personal y el bienestar te dicen (decimos) a la cara que la posición de víctima es cómoda, pero finita. Que a no ser que vayas encontrando nuevos primos a cada rato, tiene la mecha bastante corta y te revienta en la cara.
Por supuesto, también sostenemos que la responsabilidad personal es el camino, aunque sea menos cómodo y atractivo.
La mayor parte de las veces, las personas se victimizan por no ser capaz de atenerse al compromiso adquirido en los términos que fue adquirido.
Y ahora la cuestión espinosa: dichos términos pueden ser tanto unos estándares objetivos de igual corte para todos, como un acuerdo a medida. Eso en sí da igual.
Si la otra persona quiere ciertas ventajas y sabe que victimizarse es el camino más corto para que le hagan caso, eso es lo que hará. Y ante eso, uno solamente puede ceder o hacerse un origami con el papel de víctima del otro.
La manera en la que trata o se refiere a las personas con las que te rodeas, sean éstas como sean
No somos pocos los que decimos que la calidad de las personas se muestra en su trato a los demás.
Entonces, una bandera roja importante se muestra cuando la otra persona degrada voluntaria y frecuentemente a otras en tu entorno. Especialmente si acostumbra a colgarles distintos sambenitos en plan comparativo.
Dicho de otro modo: para elevar su propia posición e interés ante tus ojos al establecerse como «preferible para ti».
Por supuesto, y como se cuenta en el libro de 50 Cent, hay que saber cuándo es adecuado ser malo y sacar los dientes. Pero este asunto es totalmente distinto a ese.
El intento cuasiconstante de cambiar la personalidad, los gustos, la actitud y el comportamiento del otro (y casi hasta la persona si puedes)
Porque ojo: hay algo peligroso con pasarse de calibre en la influencia que buscas en los demás. Eso es un fallo grave bajo cualquier paradigma relacional.
Una cosa es la intención sana de ayudar a quienes te rodean a crecer, o la de inspirarlos a ser mejores versiones de sí mismos y seguir desarrollándose personal y profesionalmente; y otra muy distinta es querer construir tu ciudad de Lego con las personas que te rodean.
Este problema lo afrontarás si a alguno de los dos (seas tú o el otro) no le basta con haber empezado una relación; sino que tiene que hacer que encaje con su molde ideal y referencia de lo que debe ser para que os vaya bien.
Además, entronca con varios de los asuntos anteriores: no marear ni dejarse marear (tener claridad), estar en la misma página y tomar responsabilidad personal en vez de victimizarse
Teniendo en cuenta que cada uno tiene su propia versión de la película, sus propias tendencias e intereses, y sus propias formas de manifestar la importancia que tiene la relación y los sentimientos por el otro; un intento por cambiar al otro es a menudo una receta perfecta para tener broncas.
Te acordarás de mí y de este punto la próxima vez que leas o escuches a alguien decir que lo da todo por los demás y solamente se dedican a jugar con ellos. ¡Te muestran su paradigma relacional desde el victimismo y la queja!
Y también recordarás que te dije que son personas que, en vez de molestarse en aprender a comprender a los demás y aceptarlos tal cual son; piden el privilegio de ser aceptadas tal cual son sin ofrecerlo ellas mismas.
Que el amor y el deseo se atemperen y se conviertan en afecto sencillo
Cuando una relación pierde el amor y el deseo pero conserva la familiaridad y la confianza, puede volverse problemática para los implicados en ella a nivel de salud emocional.
Sucede que hay personas que, por comodidad y por situación personal, optan por continuar juntas después de que se acaben el amor y el deseo. Mejor lo conocido que lo incierto, ya sabes cómo va eso.
No ocurre en todos los casos, pero a menudo estas personas tienen dificultades para continuar su vida por su cuenta al mantener este arreglo. Hay remordimientos, cuestionamientos, enfrentamientos verbales con el otro, choques y reconciliaciones.
Y ojo, porque esto no es exclusivo de las parejas. También ocurre con los amigos, especialmente con los grupos nutridos y longevos. Lo notarás cuando alguien (que bien podrías ser tú) deja de encajar en ellos.
Y en una nota más alegre, hablemos de cosas que benefician las relaciones
Por supuesto, también hay cuestiones beneficiosas, muy apreciadas y altamente buscadas a la hora de crear una relación con alguien. ¡Hablemos sobre ellas y levantemos los ánimos!
Porque si no, a este paso, vas a pasar de currarte tu paradigma relacional y te vas a conformar con lo que te llegue.
Confianza en la otra parte
Todos buscamos generar relaciones donde tengamos confianza. Sin ser ciega, pero sí profunda.
Tener confianza en alguien más y sentir que puedes apoyarte en otros es una de las cuestiones que hicieron que los humanos seamos animales gregarios… Así que casi se explica solo este punto.
Por eso mismo es que trabajo en comunidades y no suelo atender demandas individuales.
Y para muestra, un botón:
Respeto mutuo
Por supuesto, favorecemos estar en una relación donde podemos aceptar a los demás simplemente como son y recibimos este mismo privilegio.
Además, los que tenemos bien trabajado nuestro paradigma relacional pedimos y damos respeto hasta para aceptar puntos aparentemente conflictivos. Tales como, por ejemplo, que hay cosas que no se quieren o se pueden o se deben compartir en las relaciones.
Que cada uno tenga su terreno, su refugio, sus áreas privadas y esas cuestiones también suele englobarse en el respeto (y también en la confianza, por cierto). ¿Qué tal se te da a ti esto de las parcelas?
Simpatía y Empatía
Entramos en relaciones para sentir, hacer sentir, y entender lo que el otro siente; sin más.
Queremos abrirnos al mundo y ser guiados amorosamente en su descubrimiento. Por eso es por lo que gran parte de nuestras relaciones están basadas en ganar comprensión de distintas situaciones; ya sea por experiencias propias o por el recuento de aquellos que las vivieron.
Pero, por supuesto, también queremos conocer la razón y el sentido que mueven a otros y que impulsan sus actos y decisiones. Tanto intelectual como emocionalmente.
Y eso sólo podemos lograrlo combinando adecuadamente los roles del participante y del observador. Un paradigma relacional que nos sirve para el aprendizaje, para los negocios y sí, también para el amor.
Reciprocidad a la altura de las circunstancias de ambos
Ya hemos establecido que los desequilibrios no molan bajo cualquier paradigma relacional que usemos.
Por eso, buscamos que en nuestras relaciones haya cierta paridad en cuanto al aporte y el apoyo. Hoy por ti, mañana por mí; y viceversa.
Si logramos establecer relaciones donde podemos dar y recibir a la medida de nuestras circunstancias, tanto mejor. Si no, nos pasaremos la vida en busca de ellas.
Un consejo: si te encuentras en el lado que menos puede aportar de algo en concreto, compénsalo con lo que sí puedas dar. Y trata de ponerte a tono sin machacar tu autoestima por el camino.
Honestidad global y Autenticidad en la relación
Queremos poder vivir sin fachadas y máscaras… O al menos con las estrictamente necesarias. Aunque siempre cabe que entiendan tu silencio y tus omisiones como tales.
Por eso es que hablo de una relación donde cabe Todo, Menos Marear. Ese es el mejor punto de mi paradigma relacional y el que más ayuda a las personas.
Lo que viene siendo una relación honesta y abierta en cuanto a lo que se siente, se quiere y se puede dar.
Y por todo lo anteriormente dicho, ten en cuenta esto:
Si no se está preparado para asumir un compromiso (sea del tipo que sea) por las condiciones que presenta; la honestidad ahí se muestra al no asumirlo).
Disfrutar de nexos comunes
No se trata de que seáis calcados como imágenes especulares, no. Este punto de mi paradigma relacional va más bien de aquellas cosas que podéis compartir en la vida.
Se trata de que tengáis caminos paralelos y estilos de vida compatibles. Por ejemplo, yo lo tengo extremadamente jodido para emparejarme con alguien que no trabaje de manera remota y no tenga movilidad absoluta. O con alguien que directamente no sea nómada digital como yo.
Si la otra persona no puede o no quiere compartir ciertas cuestiones importantes para ti, eso también repercute en la relación. Y más si tú si estás ahí para apoyar lo que le gusta. Así que ojito con esto.
Un equilibrio ideal entre amor, pasión, compromiso y, sí, también afecto
Todo ello es necesario en una relación para que prospere, claro que sí. Cada cosa cumple su función.
La nota de precaución de mi paradigma relacional la pongo en el afecto. Y lo hago porque el susodicho tiene un componente particular: un ligero tinte de asexualidad y de falta de pasión; aunque favorece que un vínculo siga siendo fuerte y profundo.
Entonces, el afecto te interesa cultivarlo más para tu familia y tus amistades que para tus romances.
Tan sencillo como eso. ¡Aunque puede que la cuestión avance y se vaya entendiendo de otra manera en años venideros!
Por supuesto, también puede apoyar una relación o cargársela todo aquello que deriva de los puntos anteriores o los origina.
Y con esta nota es con la que me gustaría terminar el texto de hoy sobre los paradigmas relacionales.
Por ahora y a tan temprana edad, esto es lo que sostengo como mi propio paradigma relacional.
Con la cantidad de experiencias que he cosechado (una cantidad nada despreciable pero que se queda entre bambalinas); y la calidad y profundidad de las mismas… Esto es lo que puedo decir.
[Revisado a 1 de febrero de 2019, y sostengo todo lo que dije en la fecha original de publicación.]
También añadiría que ciertas edades no son las apropiadas para asumir determinados tipos de compromiso en las relaciones. No obstante, quien se sienta preparado y quiera hacerlo, pista libre que para su puerta está barriendo.
Cada cual que saque sus propias conclusiones, como digo al inicio del texto. Bueno, ahí y siempre que hablo con alguien del tema.
Y por supuesto, quien quiera hacerse oír que aporte las suyas en los comentarios de forma amable y respetuosa… Que para eso están. ?
¡Abrazos y hasta la próxima entrada!
Lo que sorprende es que hay muchas personas que en su puñetera vida se han planteado todos estos aspectos, y aún así les funciona. Y bastante bien. Tantas cosas y demás que pueden a portar a una relación, o joderla sin más. Pero nos enfrentamos a un punto obvio: que la cosa depende de dos personas. Uno puede ofrecer todo, jugar limpia y pulcramente, pero de poco sirve si el otro no está dispuesto a invertir en la misma calidad y cantidad -como comentaste sobre «llevar las riendas»-. Y creo que ese es el punto que muchos buscan como solución: el qué hacer para que la otra persona dé algo de sí misma y aporte a la relación. Desgraciadamente, al menos en mi caso, no conozco de alguna en particular. Y este es el parte aguas de toda relación.
En cuanto a lo del afecto, me muestro un tanto en contra. Si bien una friendzone tiende a ser dolorosa, la otra cara de la moneda es diferente. Sin afecto, no habría confianza y sin ella, el placer que brinda el romance y la dulzura, resultaría en algo superfluo. Entonces la pregunta ser remite a algo más práctico: ¿qué hacer si nada de lo anterior funciona, por muy bien que se haya aplicado?. Pues la respuesta ni es bonita o fácil y ni te asegura nada, pero es lo único que te queda por hacer: continuar con tu misma actitud, ser tú mismo y no dar rienda suelta a la ansiedad que el momento pueda provocar. Así lo veo, y en ciertas circunstancias me ha servido, pero aun no encuentro la manera de hacerlo constante y me resulte siempre.