Flirtear es la clave, por Rafael Marinho
Rafael es uno de mis hermanos Amorati. Es brasileño, de Maceió, un lugar de playas excepcionales… Y ha querido compartir esta historia con nosotros, para inspirarnos a fuego. Os dejo en sus manos.
Estaba de relax en mi casa jugando a Bioshock, cuando el timbre de la puerta sonó. Me pareció raro, porque mi madre había salido con su novio, mi hermano estaba en su cuarto, y yo no esperaba ninguna visita.
Me puse unos pantalones y fui a ver quién era. Para mi sorpresa había dos mujeres preciosas frente a mi puerta, arregladas para pasar una buena noche. Estaba hipnotizado.
– ¿Es aquí la fiesta?
– ¡Sí, aquí es! Pasad, os estaba esperando.
– JAJAJAJA, ¿quién es este tipo? (una a la otra)
– Soy el hombre más interesante que conoceréis hoy, jajaja (mientras me apoyo en mi puerta).
– JAJAJAJA, lo sentimos, ¡apartamento equivocado!
– ¡No, qué va! Os he dicho que os estaba esperando, yo también he montado una fiesta aquí, ¡y sólo faltábais vosotras!
– Vale, ¿y quién está aquí?
– Nosotros tres, jajajaja… Os garantizo que nuestra fiesta será muuucho más divertida que cualquier otra a la que vayáis. Pasad, ¡mi casa es vuestra casa! (me aparto dejando paso)
– JAJAJAJAJA… ¡No, en serio, tenemos que irnos!
– Y aquí seguís, frente a mi puerta. ¡Vaya cosa! Creo que va a ser el destino… Diciendo que deberíais quedaros conmigo, ¡y que soy más interesante que vuestra fiesta! Jajaja…
– (Muertas de risa y de camino al ascensor) Tenemos que irnos, ¡gracias y adiós!
– ¡Pensad en mi oferta! Jajaja… ¡Adiós!
De nuevo entiendo el poder del flirteo. Flirtear es una experiencia autotélica, no necesitamos nada más. Totalmente diferente a usar artimañas para engañar y manipular a los demás para conseguir sexo.
No basta con decir «Creo que eres interesante y vine aquí a conocerte«, lo que de hecho es una entrada muy popular aquí en Brasil… Tiene que haber flirteo. Tiene que tener un momento en el que veas a la otra persona riendo, sorprendida e impresionada en plan «OMG, ¡no puedo creer que haya dicho eso!«.
Una vez que vuestros intereses están en el aire y se ríen, lo rechazan o se ofenden; el resto está en tu sangre y es automático. Ya sabemos lo que hay que hacer, ¡¡¡basta con darnos permiso para hacerlo!!!
Flirtear te hace ajeno al resultado automáticamente. ¿O acaso crees que me estoy flagelando por no pillar cacho? Jajajajaja, como ya he dicho, flirtear es autotélico: placentero por sí mismo. No tienes por qué ligarte a todas las personas con las que flirteas (como esos camareros y camareras que flirtean para hacerte sentir mejor en su local), ¡pero es algo que te hace bien! Y lo que es mejor, ¡también es bueno para los demás!
Voy a cerrar esta reflexión con un extracto del libro de Zan Perrion (uno de los más sencillos y liberadores), que cuenta algo así:
“¿Tratar de ligar con ellas? Por supuesto que no. ¿Tenía intenciones ocultas? Para nada. Ellas lo sabían todo. Conocían el espíritu de lo que yo estaba diciendo. Eran conscientes de que, sencillamente, soy un hombre que ve belleza en las mujeres, que vio belleza en ellas. Y porque lo hice, se volvieron todavía más bellas. Sólo para mí.
Esto es lo que amo. Este es el regalo de la vida que las mujeres me otorgan, y que yo les entrego a ellas. Un intercambio perfecto. Hago que se sientan deseadas, me hacen sentir inspirado, y no tiene nada que ver con buscar un resultado específico. La interacción es el único resultado que importa. Eso es todo lo que hay. No hay nada más.”
Voy a retomar el hilo tras la intervención de Rafael. Aprovecharé para señalar (aunque quien ya me conozca un poco me va a llamar Capitán Obvio) que el flirteo es la actitud más común en mi persona… Y al mismo tiempo la que más problemas parece darle a mis clientas, clientes, alumnas y alumnos. Por cualquiera que sea la causa. Una parte dice que es porque no pasa de ser un flirteo y les da palo que no se traduzca en algo más; y otra parte se queja porque no se sienten tan cómodos y liberados como para hacerlo, y más sin esperar nada a cambio. Lo que resulta más gracioso para mí es que no sólo saben exactamente qué decir o hacer… Sino que, además, ¡todas esas cosas les salen de dentro!
Por haberles acostumbrado a observar, a apreciar los detalles a su manera, a expresar lo que les emociona; por todo eso y más… Tienen todos los recursos a su disposición.
Aunque falta el paso clave que remarca Rafael… No se dan permiso a sí mism@s.
Y en realidad bastaría con eso…
Con dejarse empapar por la magia y la delicia del momento que viven y las personas que acompañan.
Con expresar abiertamente aquellos deseos y sensaciones que aparecen dentro de nosotros…
Y dejar que sea la otra persona la que acepte o decline, e incluso haga sus propias invitaciones.
¿Por qué no pruebas y me cuentas el resultado?
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¿Eres capaz de darte cuenta cuando flirtean contigo? ¿Sueles confundir las intenciones, o disfrutas del momento sin mirar más allá? ¿Tienes algún recuerdo especial de alguien flirteando contigo? ¿Y de algún momento donde flirtear te cambió la vida para mejor?
Está en nuestras manos transformar la forma en que este mundo se relaciona… Podemos dejar que sea cada vez más frío e impersonal, salvo en los momentos en que a alguien le interese sacar algo de nosotros, o podemos flirtear. Podemos ser mas auténticos, más abiertos, más demostrativos. Celebrar la belleza que nos rodea y compartirla con cada gesto, acto y palabra que salga de nosotros.
Yo tengo claro el mundo que quiero crear… ¿Y tú?
Darse el permiso.. Esa es la respuesta, pero a la vez puede ser contradictorio. Quiero decir, para alguien que nunca se da permiso, es porque esa persona concibe las interacciones de una manera distinta, donde hay que esforzarse para impresionar a la persona o grupo de personas con las que socializa, de alguna manera evitando aspectos de su personalidad.
Mas que explicarlo, hay que SENTIR estas cosas. Recordar ese momento donde realmente flirteamos y sentir eso luego en mayor grado, no para convencerlos de si ese es el camino, sino para evaluar, para dar oportunidad a todas esas sensaciones y juegos que podemos experimentar dándonos la oportunidad de ser libres, realmente libres y después elegir la vida que queremos vivir. Chau