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Fluidez aplicada (1): Auto-educación

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(Photo credit: Wikipedia)

Para todas aquellas personas que tienen un interés en la mejora personal y en ser autosuficientes, esta es una de las cuestiones más peliagudas. Esto se debe a que lo habitual es todo lo contrario: se tiende a dejar nuestra educación en las manos de fuentes y factores externos; en tanto que nuestro único papel es el de sujetos receptores.

Con ello se consigue poco más que equipararnos con esponjas de información, y asumir que por norma es poco habitual encontrar personas capaces de transformar en conocimiento dicha información.

Somos creadores y operarios de información, y eso lo hacemos de lujo…

Pero, ¿de qué nos sirve?

Hasta ahora, dentro del sistema se nos educa y condiciona para ser infogestores: nos acostumbramos a tener la cabeza llena de datos que a menudo llegan a ser totalmente irrelevantes… Y tratamos de apañarnos como buenamente nos llega a cada uno con nuestros medios. Por curiosidades de la vida, esto normalmente produce una intoxicación o indigestión por acumulación de ideas a las que ni damos uso, ni las relacionamos con aquellos aprendizajes que sí aprovechamos.

Aunque se nos habla mucho de desarrollar y fomentar el pensamiento crítico, y de capacitaciones para poder llevar nuestro propio aprendizaje; en realidad nos encontramos con que lo que prima es cumplir el objetivo operativo por excelencia: poner un examen de contenidos y que los educandos lo pasen.

¿Significa o implica eso que han aprendido algo realmente? Tal vez sí, pero en muchos casos, lo más probable que aprendieron es la manera de dar el pego sin quedarse necesariamente con nada de lo que les requería el examen. Ya sea copiando, o dándose atracones para luego vomitar el contenido en la prueba y no volver a preocuparse…

Ejercitan la memoria a corto plazo y la repetición al detalle, pero no manejan realmente esa información. No la trabajan, ni aprovechan su plasticidad, ni hacen la relación significativa… Se limitan a cumplir. Y en su momento, yo también lo hice.

Pero no es eso lo que pretendo contar hoy.

Nuestras opciones son muchas, del ayer y de hoy

A mi entender, tenemos una oportunidad increíble: pegar un giro radical y cambiar el modo de relacionar y utilizar las ideas, organizarlas y transmitirlas… Y servir de veras al propósito de mejorar no sólo la educación, sino nuestro modo de vivir y entender la vida.

La mayor parte de nosotros hemos emprendido alguna vez una tarea de auto-educación (con diversos resultados): deportes o hobbies varios que requieran de cultivarse uno mismo, refinar nuestro bagaje y poder operar con idea y acción en sincronía (en resumidas cuentas: que exijan fluir). En esos casos, puede que hayamos tratado de usar el modelo esponja -absorber y chorrear la información como de costumbre-, o puede que nos hayamos atrevido a aprender de verdad.

Hacer nuestra la información y realmente conocer la lección que aporta, poder transmitir y utilizar el contenido sin quedarse colgados.

Aunque yo hable de ello, no es algo que no pueda enseñarle a nadie que no quiera vivirlo para comprender. Puedo asumir tal vez que, al ser lectores de la temática del desarrollo personal, tenéis algo de experiencia con el manejo autónomo del aprendizaje.

Tanto para los acostumbrados como para los nuevos en el tema, una perla de regalo:

En el mundo oriental existen conceptos como la mente del principiante, que invitan a las personas a afrontar toda experiencia dejando aparte las ideas prefijadas y lo que ya conocemos. Esto choca con la idea tradicional del aprendizaje significativo (encontrar una relación del nuevo aprendizaje con los que ya poseemos), puesto que lo que persigue es evitar filtrar la experiencia con un marco que no sea el suyo propio.

Sin embargo, este primer paso puede ayudar a recorrer mejor el camino hacia un aprendizaje real; ya que se trata de facilitar la comprensión y contemplar mejor las características de dicha situación o lección. Esto facilita en gran medida que podamos encontrar una serie de vínculos funcionales con lo que ya conocemos, e incluso con nuestra propia personalidad e identidad.

Toda vez que una persona se acerca a pedirme consejo, suelo preguntarle por sus referencias o bases, para después invitarle a abandonarlas y abarcar una recreación de su propia perspectiva del asunto (y de su manera de afrontarlo). Hago esto porque ha demostrado su gran utilidad en cada situación en la que recurrí a ello, y hasta ahora no ha sido incompatible con ninguna. Otra persona se ceñirá a una serie de teorías o manuales, en tanto que yo los abandono por completo.

Considero que pueden ser interesantes y que tienen cosas que aportar, siempre que uno tenga las cosas claras y en su sitio antes de exponerse a su influencia… Pero no los veo necesarios. Por esto es por lo que, incluso habiendo escrito tanto yo mismo, sólo invito a consultar esa información cuando ya se han concretado ciertos aspectos del consejo recibido, o en otras palabras, del trabajo personal del consultante.

Por eso no voy a alargar la exposición mucho más…

Y me despediré invitándote a compartir tus experiencias de auto-educación.

¡El resto depende de ti!


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Muchísimas gracias por tu atención, compañía y colaboración.

Un abrazo, y vuelve cuando quieras.

Kheldar

 

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